¿Cómo funciona la radioterapia?
Para comprender mejor cómo funciona la radioterapia, primero debemos profundizar un poco en ella. La radiación es la propagación de energía y, una vez que esa energía llega a un material determinado, interactúa con las moléculas del material mediante intercambios de energía. Estos intercambios de energía pueden producirse en distinta cantidad, dependiendo de la cantidad de energía que se intercambie y del tipo de radiación de que se trate.
En nuestra vida cotidiana interactuamos todo el tiempo con la radiación. La del sol es la más evidente, pero también cuando utilizamos nuestros teléfonos móviles, hornos microondas o incluso el mando a distancia de la televisión. A partir de aquí es fácil ver que no todas las radiaciones se parecen, siendo uno de los aspectos más importantes la capacidad de cambiar el material con el que interactúan. A nivel molecular, si un tipo de radiación transmite suficiente energía para expulsar al menos un electrón del átomo, se denomina radiación ionizante. Esto significa que tal tipo de radiación es lo suficientemente fuerte como para inducir daños y es el tipo de radiación que se utiliza en radioterapia para tratar a los pacientes de cáncer.
¿Cómo funciona?
Siendo el objetivo de la radioterapia matar las células cancerosas, permítame que le lleve en un recorrido microscópico por el interior de una sola célula tumoral. A medida que la radiación llega a ella, la energía empieza a intercambiarse con todos los diferentes componentes de la célula, pero nos centraremos solamente en dos.
Investiguemos el ADN. Esta compleja molécula vive en el interior del núcleo y es la responsable de guiar todas las diferentes funciones que una célula necesita para sobrevivir, entre las que se incluyen realizar reparaciones y reproducirse. El crecimiento de un tumor se produce a través de un complejo grupo de células que han perdido la capacidad de repararse y de controlar la reproducción. Así, cuando la radiación empieza a interactuar con el ADN celular, ioniza la molécula, dejándola dañada. Este daño puede ser de diferentes tipos (una hebra rota, ambas hebras rotas, desplazamientos de bases…) todos ellos con diferentes implicaciones para la supervivencia de la célula. Son los llamados golpes de acción directa.
Ahora centremos nuestra atención en algo menos impresionante, pero no por ello menos importante. El agua. El interior de una célula está compuesto principalmente por ella y ocurre algo sorprendente cuando la radiación interactúa con ella. Nuestras moléculas de H₂O también se ven afectadas por la radiación, y tienden a romperse en unos componentes bastante ominosos llamados radicales libres de oxígeno. Estos son altamente reactivos y tienden a destruir gran parte de aquello con lo que entran en contacto, incluido el ADN. Una vez que estos radicales golpean el ADN, dejan tras de sí el mismo tipo de daños que la radiación hace por sí misma. Son los llamados impactos de acción indirecta.
Salgamos de la célula y consideremos una imagen más amplia. Si pudiéramos ver las numerosas células cancerosas golpeadas por la radiación, veríamos un entorno caótico. Pero una vez que la radiación se detiene, se moviliza un número impresionante de recursos dentro de la célula para intentar reparar la mayoría de estos daños. Así es. Las células a menudo sobreviven y esto es absolutamente normal. Todas las células de nuestro cuerpo están acostumbradas a recibir daños de diversas fuentes y son bastante rutinarias a la hora de hacer reparaciones.
¿Qué implicaciones tiene esto para los tratamientos de radioterapia?
En realidad, esa es una de las razones por las que los tratamientos de radioterapia se realizan en varias sesiones. Al administrar pequeñas dosis de radiación a lo largo de un periodo, las células acumularán un número significativo de daños, suficientes para desbaratar el proceso de reparación y desencadenar así la muerte celular. Además, la sensibilidad de las células puede variar con el tiempo debido a muchos factores y al fraccionar el tratamiento en un periodo de tiempo es más probable que este tenga éxito.
¿Por qué no administramos toda la dosis a la vez?
Hay algunos tratamientos de radioterapia que pueden realizarse de ese modo, si bien la gran mayoría no pueden por una sencilla razón. Hay que recordar que cuando se utilizan haces de radiación, las células de los tejidos sanos también serán irradiadas y acumularán daños pudiendo causar algunos efectos secundarios.
¿Y el personal sanitario?
Dado que la radiación tiene la capacidad de inducir estos cambios en nuestro cuerpo, es imprescindible que únicamente se irradie a la persona que realmente necesita el tratamiento. Para el personal médico especializado en radioterapia es de suma importancia que las salas de tratamiento estén completamente blindadas para evitar cualquier complicación de salud a largo plazo relacionada con su trabajo.
Así pues, si está planeando una nueva instalación o una actualización de los equipos y necesita que se evalúe su bóveda de tratamiento, consulte nuestros diferentes servicios y póngase en contacto con nosotros. Here´s How.
André Pereira
Dosimetrista